El picao se llevaba a cabo extendiendo el esparto sobre unos sillares de piedra (picaeras) y sometiéndolo a la percusión de unos mazos de madera dura, grandes y pesados, accionados mecánicamente a través de un sistema de poleas, para así desprender la parte leñosa que cubre sus haces fibra.
Estos mazos se agrupaban en bandas de cuatro y caían a un ritmo de unos cuarenta golpes por minuto. Las obreras picaoras, sentadas en el suelo y atendiendo cada una de ellas a dos mazos simultáneamente, debían introducir el esparto entre piedra y mazo y voltearlo con el fin de conseguir un picado parejo.